Antes, como antes, ahora como ahora. Cajeme (1837-1887)
Los
procesos de cambio y de ajuste a nuevas circunstancias, generalmente son impuestas
por factores externos a los individuos, solo en el caso en el que existe un
análisis previo y con ello la formulación de objetivos precisos,
ya sean personales, institucionales o sociales, este ajuste no implica un
conflicto de intereses sino una adecuación consciente y objetiva a
las nuevas circunstancias para el logro de las metas inicialmente marcadas.
Tener tradiciones es bueno, sin embargo cabe preguntarse; cuáles de la tradiciones poseídas, deben ser conservadas, cuáles deben ser modificadas e incluso cuáles deben dejarse en el rincón de los recuerdos; un ejemplo claro y preciso es el tenemos en los pueblos indígenas, a quienes se les ha asignado jugar el papel social menos deseable, vistos en términos de generación de riqueza a través de la explotación de los medios de producción, la fase en la que se encuentran y el tipo de organización que mantienen, opuestos a la globalización que actualmente vivimos, los coloca en condiciones de seguir siendo brutalmente explotados, explotación que se reproduce en la estructura interna, tradición que por supuesto debe ser cambiada; existen también las celebraciones con un toque judeo cristiano y prehispánico, que en el transcurso del tiempo ha ido tomando diferentes matices para, desembocar, al menos en las celebraciones nacionales mas conocidas, en una fiesta para mestizos o turistas y donde el objetivo primordial se perdió en el camino. De lo que nos tocó vivir por un buen tiempo, citemos con nostalgia ¡los toros! en Tamazulapan, en donde me parece que el objetivo final si bien no el más importante: era el de tener un jaripeo, pero los objetivos básicos eran fortalecer las instituciones de ayuda comunitaria, la participación social y el tan arraigado sentido de pertenencia; en este caso a un barrio, tradición que de acuerdo a criterios personales, deberíamos contribuir a conservar. Ello, por supuesto implica un compromiso personal que reclama, uno de los recursos más preciados: tiempo, aunque también dinero y sobre todo responsabilidad, esfuerzo y constancia.
En el último círculo, Una tradición familiar practicada por la mayoría de los primos; con cierta frecuencia por algunos hermanos, y si la memoria no me traiciona excepcionalmente por mi, pero por casi todos los hermanos despreciada; la tradición a que hago referencia es el famoso saludo al abuelo materno, práctica muy difundida en ese tiempo en el medio rural; fruto de una estructura patriarcal, rígida, inalterable y autoritaria, el cual consistía en ponerse de rodillas, delante del abuelo y mediante la frase ¡la mano abuelito! el pater familia, que en efecto ejercía todo el peso que el término significa, se dignaba a extender la mano en señal de aceptación, para ser besada por cualesquiera de nosotros. La tradición así lo marcaba, y se siguió hasta el final, pues quienes debieron y pudieron cambiarlo no lo hicieron, ahora esta tradición permanece en la memoria de quienes compartimos aquel mismo tiempo, tradición nunca cambiada, y solo se enterró con la muerte del abuelo.